jueves, 6 de febrero de 2020

Un día muy especial

Es las 9:30 pm, caminamos por Vía del Corso, a la cual hemos llegado por intrincadas callesitas empedradas, llenas de vida entre gelaterias, ristorantes y tiendecillas romanas de cualquiera fuere el detalle que te inmaginaras. 
Es la noche mas fría de nuestra estadía, pero nadie parece reconocerla como tal. Hay tanta energía en nuestra caminata que opacan las horas largas y excitantes que hemos convivido.
Es el final de un día inolvidable, vivido en familia, y con tanto detalle alrededor de un evento central.
Hemos cenado a puertas del Panteón. Magnánimo mausoleo de Vittorio Emanuelle, rey de Italia venerado y que presenta en la actualidad de este siglo XX,la majestuosidad de las obras que la ciudad de Roma se ha esforzado en conservar desde el mismísimo primer siglo después de Cristo.Y es que resulta que en este lado del mundo, la historia data de antes, o después de Cristo.
En esta ciudad Romana con tanta historia, se hallan restos de majestuosidad que tienen alrededor de 2500 años y acaso más. Todo esto regado por la ciudad que la convierte en museo abierto. 
Nuestro punto de reflexión es ad portas del Panteón. No sólo guarda los restos de Vittorio Emanuelle en una suerte de coliseo con techo abierto y de mágicas propiedades, pero también alberga los restos de Rafael Sanzio, artista incomparable y discípulo del mismísimo Miguel Ángel Bounarotti. 
Hasta este lugar hemos llegado luego de una visita a un castillo que te revuelve en la época medioeval donde guerreros y papas de la iglesia han escrito su historia.
Es el Castell San Angelo, donde diferentes partes de la historia depictan a un ángel esculpido en una suerte de terraza interna adornada de no menos bellas puertas esculpidas, y una parte superior imponente donde se encuentra el archangel Gabriel en la parte superior de la terraza de donde vislumbras, en una tarde soleada como la de hoy, acaso una de las mejores vistas de esta ciudad imperial.

Castell Santangelo es el punto pivote donde vivencia y deseos intensos se juntaron, para aprovechar sus obscuros pasajes internos y hermosos jardines externos, para dar tiempo a lo que esta mañana hermosa nos ha dejado como vivencia.

6:30 de la mañana y nuestro acogedor departamento ya vivía gritos y revueltas. Era un día especial. Todos lo sabíamos, ya en la tarde del día anterior nos dieron visos de un día especial.
Pasada la hora, y con cierto apuro circunstancial, estábamos listos para tomar el taxi que nos llevaría a la embajada de Perú ante la Santa Sede a puertas de Ciudad del Vaticano.
Cada quien se preparó de especial manera para lo que se esperaba aconteciera. Acaso Nicole de apenas 10 años era la única que no terminaba de entender tanto apuro. Pero quién sabe y en su corazoncito alguien la preparaba para el día.
Teníamos una audiencia papal, fríamente calculada por Giselle, mi esposa, quien había planeado este encuentro con total antelación.
8 en punto de la mañana llegábamos en el taxi y la embajadora de PERÚ ante la Santa Sede nos esperaba en la puerta para darnos el honor de ingresar a Ciudad del Vaticano, como gente importante hasta el lugar de la audiencia papal, con chofer oficial. Éramos 5 en la familia de tal modo que hubieron 2 viajes cortos para ingresar a Ciudad del Vaticano. 
Jesús, era el nombre del conductor, nos llevó en el segundo viaje a Nano, mi hijo, y a mi. En esos cortos 7 minutos de camino nos fue mostrando las diferentes áreas de la ciudad. Valga decir que manejamos en la ciudad, alrededor de la parte posterior de la Basílica de San Pedro que tiene detalles que solo puedes apreciar si tienes el honor de llegar en carro. Una experiencia que por sí sola ya era impresionante.  Interesante.
Flamantes soldados suizos te daban la bienvenida a una suerte de auditorio con capacidad de por lo menos cinco mil personas. En el pórtico esperaban la embajadora y el resto de la familia. Nicole aprovechaba a tomarse fotos con la elegante guardia Vaticana. 
Nos enviaron al fondo de la parte posterior y de ahí seguimos a la embajadora que nos acompañaría a nuestros lugares. Tres secuencias de guardias vaticanas nos daban la impresión de que tendríamos asientos de lujo. Cada guardería nos permitía ver grupos de asientos cada vez más cercanos adonde estaría el Papa Francisco.
Flamantes empleados del Vaticano, elegantemente vestidos nos dieron la bienvenida y nos posicionaron en la tercera de tres filas holgadamente separadas. Eran la primeras tres filas del auditorio. 
A 25 metros una escultura dorada de 20 metros de ancho con un Cristo dorado que parecía surgir de los vientos, una explanada impecable y delante de aquella escultura se encontraba la silla del Santo Padre con 2 sillitas laterales. 
Dios mío! Como tendríamos de cerca a Francisco!!!!

Estábamos a 12 puestos del pasillo central. Fueron 45 minutos de espera y expectativa. El auditorio se fue llenando. Cánticos de niños franceses se mezclaban con coros de un grupo polaco. Era un ambiente de fiesta. Pero también de reflexión; de incertidumbre. 
No podía creer la suerte que podíamos tener de estar tan cerca para escuchar la palabra del mismísimo Santo Padre.
Al merodear las 9 am un órgano con tonadas de triunfo y esperanza anunciaban la entrada del Papa Francisco por el pórtico posterior.
Una pantalla gigante en la parte frontal-lateral mostraba la bondad de un papa que no dejaba de saludar a sus fieles. Peregrinos de todo el mundo se apostaban por verlo,tocarlo, o tomarle fotos. Yo ya había digerido mi suerte y la realidad de que lo tendría a menos de 50 metros y escuchando su palabra. Entonces decidí disfrutar su bondad y acercamiento a través de la pantalla frontal. 
La última vez que tuve oportunidad de ver al Papa fue en su visita a Lima donde con alrededor de un millón de fieles me sentí afortunado de verlo a la distancia en su papamóvil. Había sido una experiencia sin igual. Y también una experiencia familiar. 

Hasta que llegó el Santo Padre a la altura de la tercera fila y no pude evitar alzar mi cámara y grabar acaso una esquina de su divina presencia.
Francisco hizo reflexiones de la Bienaventuranzas, previamente leídas en 6 idiomas diferentes. 
¿El Papa haciendo reflexiones y consejos?
Yo sólo podía agradecer la dicha de tenerlo en frente y de recibir su palabra en mi propia lengua de la persona más cerca a Dios en esta tierra en la que vivo. 
Y de pronto, la Audiencia terminó. 
Uno a uno el Santo Padre fue saludando a las personas que se encontraban en las primeras tres filas. 
Conforme se acercaba el momento de mi oportunidad, reflexioné en las tantas cosas que me ha dado la iglesia y cuáles serían las palabras más sabías que podría intercambiar con el Sumo Pontífice.  Se veía tan humano, tan amigable, tan tierno. 
Francisco llegó a saludarme a mi y a mi familia. Todo lo que podría haber querido decirle se resumió en agradecimiento y pedirle que rece por nosotros. Como es característico de El, pidió a mi familia que recemos por El. Fueron acaso 3 minutos de gozo y bendición donde compartimos miradas, saludos y emociones. El enviado de Dios estaba en frente mío y sólo pude tragar el nudo en la garganta y disfrutar de su presencia conmigo y mi familia. 
Esa mañana nos habló de las Bienaventuranzas. Con voz entrecortada intenté  decirle que acabábamos de estar en Galilea con la familia en el monte de las Bienaventuranzas. Una suerte de júbilo y sensación difícil de describir es lo que me embargó y solo pude apreciar y sentir al Santo Padre mientras sostenía sus manos y le presentaba a mi familia. 

2, quizás 3 minutos es lo que sentí nos regaló de su atención. Una bendición histórica. Cada quien vivió su experiencia a su manera, cada quien tiene sus propias sensaciones de saludar a esta persona tan especial para nosotros. Lo que está claro es que nunca la olvidarán.

Hoy fue un día especial. Con una suerte de calor espiritual caminamos por el Foro Romano a nuestro apartamento a descansar. Hace frío pero no se siente, pues hoy día hemos tenido el honor de conocer al Papa Francisco en persona. 

Recemos por El, porque El es una persona muy especial en este mundo, y eso es lo que nos pidió. Que honor, gracias Dios mio por esta oportunidad.